Mi trabajo se basa en la observación y en la búsqueda. Me paso el día observando todo y, de manera inconsciente, encontrando pinturas en todos lados. Quiero pintar constantemente y esta necesidad se traduce en mi manera de ver y entender el mundo. Siempre ha sido así. Veo luces, colores, composiciones y formas en cada esquina, en unas sombras, en el cielo, en los desconchados de una pared. Da igual dónde, yo veo pinturas.
Estos registros mentales se van traduciendo a los soportes de manera intuitiva. No suelo hacer bocetos. A veces parto de una idea, una foto, un lugar. Trabajo mucho con la pincelada como un lenguaje específico, como una forma de escritura o caligrafía, una caligrafía propia que según lo que quiera decir, va variando.
Otras veces parto del color. El color tiene mucho que decir y decidir en cada una de mis pinturas. Suelo dejar que la pintura me lleve hacia dónde quiere ir. Últimamente trabajo mucho con el agua como punto de partida. Dejo que sea el agua, masas de agua con color las que generen las primeras formas o ideas. Una vez que el agua ha generado algo, yo empiezo a observar, a añadir, a quitar y a colocar como quien ordena una habitación. Trabajo desde el caos e intento poner un poco de orden en él, hasta que siento que todo ha encontrado su lugar.
Pienso mi trabajo como una conversación con la pintura. No me interesa tener un estilo marcado, aunque sé que es algo inevitable. Siempre estoy cambiando y buscando. Cambio de intereses, de temas, de colores, de pincelada, de técnica, de formato, de estilo. Abstracto, figurativo, collage, dibujo y mucho de ese territorio entremedias. Para mi es todo lo mismo. Mancho, mojo, chorreo, borro, recorto, limpio, cubro. Hago y deshago, voy hacia atrás y hacia adelante, indiferentemente.Entiendo estas pinturas como las las postales de un viaje, un viaje largo, mi propio viaje hacia la pintura.